UNA PEQUEÑA PARTE DE LA HISTORIA
Camina con elegancia, pasos ligeros, ropas sueltas y sonrisa enigmática. Su cabello castaño ondea con el viento, despeinado y a la vez, sin perder forma. Sus labios finos y delicados, siempre sonriendo, y sus ojos de un color avellana intenso que siempre ocultan algo, indescifrables. Él lo sabe, sabe que ella jamás ha sido honesta, y por ello le hace prometer que le hará saber cuándo miente. Y ella sonríe, calmándolo, dándole a entender que siempre se lo ha dicho. Pequeños gestos, disimulados guiños, vacilaciones, tartamudeos, y él se da cuenta de que ella lo ha hecho, y que él lo ha notado inconscientemente.
Acostumbra a salir a pasear, inhalar aire fresco y mirar al cielo. Siempre lo hace. Su único sueño siempre ha sido volar, imitar al águila, extender sus alas y sentir el viento como nunca lo ha hecho. Y suspira al bajar a la realidad y darse cuenta de que sus pies están atados al suelo.
Para él, ella es perfecta. Para ella, él es él, y con la simplicidad de sus palabras logra que él se sienta importante. Le pican los ojos al instante, y se da cuenta de que quiere llorar, no sabe si de felicidad o de tristeza, pero sabe que es por ella.
Esa muchacha tiene un corazón de oro, eso sí. Sabe que ella hace todo lo posible por demostrarlo, y también sabe, con desgano, que ella puede opacarlo, volverlo gris, cosa que lo mataría de dolor. Pero no lo hace, porque para él, ella sigue siendo perfecta.
Con la gracilidad con la que acostumbra a caminar, se aproxima a él y deposita en sus manos una aceituna y una flecha, dejándolo sin aliento. Y él sabe que de parte de ella, eso puede significar muchas cosas.
Puede ser una despedida. Piensa en esto y se le desgarra el corazón, se siente pateado y sus manos se apoyan sobre la grama, luchando contra la presión de su pecho.
O puede ser una esperanza, una luz. Sus piernas recuperan fuerza con éste pensamiento y se levanta, sonriendo.
Pero comprende que jamás lo sabrá, pues ella es así. Jamás demostrará si lo ama o no, y espera que él haga lo mismo a cambio, por ella. Por eso se aferra a esa posibilidad, esa esperanza, ese regalo, esa aceituna y esa flecha.
La observa alejarse de la misma forma en que se acercó, y en ese momento se da cuenta de que ella no es perfecta. Tiene miedo, detesta preocuparse y tiene miedo. Aún de espaldas, ella mira a su alrededor con cautela y con disimulo lo observa. Y entonces él comprende que así él sea otra foto para ella, otra página de su vida, por los momentos lo necesita, y al entenderla, baja la mirada para observar con admiración lo que sus manos sostienen, lo que su vida aferra: Una aceituna y una flecha. An olive and an Arrow, susurra.